Antes, para decir “te extraño” había que hacer una inversión: papel, sobre, estampilla, birome (que ande), y algo de inspiración. Después, a esperar… Capaz una semana. Capaz nunca. Capaz el cartero la perdió en una curva de Circunvalación o cayó al Arroyo El Rey por el camino viejo.
Y si no llegaba, bueno… te bancabas la ansiedad. Porque sí: la espera era parte del encanto. Eras un Buda, hecho y derecho.
Después apareció el teléfono a disco, que te hacía sentir hacker cada vez que marcabas. Tardabas más en llamar que en decir lo que querías, porque era carisimo el minuto. Y ni hablar si te equivocabas en el último número: reiniciar nivel.
Con los teléfonos a tecla, la cosa se modernizó… pero se perdía el ejercicio de dedo. Ahí ya empezábamos a hablar con abuelas, tíos y novias sin temor a dislocarnos la falange. Y si, dije "novias" porque claro, era el caballero quien gastaba en un llamado a la damisela.
Hasta que llegó el email. Lo abrías en el ciber, con auriculares chungos y una compu compartida. Te mandaban cadenas de Navidad, gifs pixelados de Jesús y algún PowerPoint motivacional con música instrumental de Titanic. Y ni hablar del sonido del mIRC y el zumbido del messenger. Si no pasaste por eso, no sabés lo que es vivir Internet. (Dato de color: Esta semana perdí el acceso a mi primer casilla de email de Hotmail y me complicó la vida entera).
Y cuando creíamos que no podía ser mejor, ¡boom! El celular ladrillo! El Motorola Tango 300 que Cristian me contó que salía a vender por las ciudades aledañas, casa por casa, cuando trabajaba en una empresa llamada CTI. El Nokia 1100 con linterna que alumbra más que muchos LED actuales. El Motorola Startac que se abría y te sentías el Super agente 86. Más tarde, el Blackberry, el símbolo del “estoy ocupado, pero te contesto con un OK, seco y sin tilde”.
Después vino el iPhone, los Android, el WhatsApp, los audios eternos, los grupos familiares, los stickers que no entendés y ese “visto” que puede arruinar amistades.
Y así, sin que nadie lo pidiera, terminamos acá. Vos leyendo este blog desde el celu, con una mano, en el baño, mientras Alexa te dice que la pava ya está lista o la casa esta limpia.
Y nosotros del otro lado, queriendo contarte que no todo fue tan rápido siempre. Que también hubo tiempo para escribir despacito, (mucho antes que Luis Fonzi) para esperar una respuesta sin ansiedad, y para decir “te quiero” con caligrafía, o firmar una carta como "Gianni Manfredi" cuando estaba en auge la publicidad de Bardhal.
Bienvenidos a este blog.
Donde nos reímos de lo viejo, aprendemos de lo nuevo, y agradecemos no tener que rebobinar un cassette con la BIC… al menos por ahora. Este detallito lo dejamos para el siguiente post.
Con cariño,
Mariana.
- Team Music House -